Jehová, el dios chantajista

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¡PREFIERO A VLAD TEPES!

por Horacio Velmont

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VLAD TEPES, EL EMPALADOR

No se me ocurre mejor ironía para destacar la crueldad de Jehová que decir que prefiero tener como dios a Vlad Tepes antes que a Jehová. Recordemos que a Vlad Tepes se lo conoce también como “El Empalador”, y no precisamente por ser amable con sus enemigos.

Supongamos que venga nuestro padre y nos exige que le obedezcamos, y que para probarnos nos pidiera que matemos a nuestro hijo, es decir, a su nieto. De inmediato pensaríamos que se volvió loco o directamente que es un H de P.

En la historia bíblica se encuentra un hecho similar cuando Jehová e pide a Abraham que sacrifique en su honor a su hijo Isaac. Si bien en el último momento Jehová le dice que no lo haga porque solo era para probarlo, este hecho, lo miremos como lo miramos, no hace que lo cataloguemos de otra manera: sigue siendo un cabrón y un H de P. 

¿Cómo es posible que se tenga por Dios a alguien de esta calaña, donde el propio Vlad Tepes a su lado parece Caperucita Roja o, si se quiere, la Madre Teresa? ¿Qué nos sucede? ¿Estamos todos ciegos o nos hemos vuelto locos? ¿O simplemente somos una raza estúpida?

Quizá la respuesta se encuentre en el hecho de que “Jehová nos hizo a su imagen y semejanza”, es decir, nos hizo tan cretinos como él. Y no quisiera pecar de soberbio diciendo que “los alumnos superaron al maestro”…

Un dios que se comporta como un chantajista cabrón genera seguidores que se comportan como chantajistas cabrones.

Hay un pasaje bastante risueño del monólogo de Wody Allen, donde el humorista deja entrever que el que se presenta como Jehová no es Dios sino un impostor.

Y Abraham se despertó en mitad de la noche y dijo a su único hijo, Isaac: —He tenido un sueño en que la voz del Señor me ha ordenado que sacrifique a mi único hijo, así que vete poniendo los pantalones. E Isaac tembló y repuso: —Y qué has dicho tú? Quiero decir, cuando El te ha presentado esa papeleta. —~Y qué iba a decir? —contestó Abraham—. Estaba allí, a las dos de la madrugada, en ropa interior ante el Creador del Universo. ¿Iba a discutir con El? —Bueno, ¿dijo El por qué desea que me sacrifiques? —preguntó Isaac a su padre. Pero Abraham replicó: —El creyente no hace preguntas. Y ahora vamos, que mañana me espera un día muy ajetreado. Y Sarah, al escuchar los planes de Abraham, se irritó y dijo: —¿Cómo sabes que era el Señor y no, pongo por caso, ese amigo tuyo al que le gustan tanto las bromas pesadas? Porque el Señor detesta las bromas pesadas, y todo aquel que gaste una será entregado a sus enemigos, puedan éstos o no pagar los gastos de envío. Y Abraham respondió: —Porque yo sé que era el Señor. Era una voz profunda, resonante, bien modulada, y nadie en el desierto es capaz de retumbar de esa forma. Y Sarah insistió: —¿Y pretendes consumar ese acto insensato? Pero Abraham respondió: —Francamente, sí, porque poner en duda la palabra del Señor es una de las peores cosas que puede hacer un hombre, sobre todo estando como está la economía. Y así llevó a Isaac a cierto lugar y se dispuso a sacrificarle, pero en el último momento el Señor detuvo la mano de Abraham y dijo: —¿Cómo puedes hacer semejante barbaridad? Y Abraham protestó: —Pero Tú dijiste… —No importa lo que Yo dijera —tronó el Señor—. ¿Prestas atención a todas las ideas absurdas que se te presentan? Y Abraham se sintió avergonzado. -Ejem, no, en realidad, no. -¿¡Te sugiero en broma que sacrifiques a Isaac y te falta tiempo para poner manos a la obra!? -Y Abraham cayó de rodillas. -Mira, nunca sé cuando hablas en broma. Y El Señor estalló: -No tienes sentido del humor. No puedo creerlo… -Pero, ¿no prueba eso que te amo? Estaba dispuesto a entregarte a mi único hijo según tu capricho. Y el Señor contestó: -Eso prueba solo que algunos hombres obedecen cualquier orden, por cretina que sea, mientras la formule una voz resonante y bien modulada. Y con esto, el Señor ordenó a Abraham que se fuera a descansar y volviese a despachar con El, al día siguiente.

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