¿Cristina padece el síndrome de Hubris?

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 LA NACIÓN
POLÍTICA
Nelson Castro, a Cristina: “Se va a curar del síndrome de Hubris en el 2015 cuando deje el poder”
El periodista, que además es médico y a quien la Presidenta le aconsejó ir al psicólogo por diagnosticarle la enfermedad, ratificó sus dichos.
http://www.lanacion.com.ar/1625855-nelson-castro-a-cristina-se-va-a-curar-del-sindrome-de-hubris-en-el-2015-cuando-deje-el-pode 
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UNA ENFERMEDAD INEXISTENTE
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por Horacio Velmont
Contacto
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Así como todas las humedades en las paredes tienen por única causa un caño roto, así también todos los trastornos mentales tienen por única causa la mente reactiva. Por lo tanto, clasificar los diversos trastornos mentales según sus síntomas, y darles a cada uno un nombre, es tan inútil como clasificar las distintas humedades de las paredes dándoles a cada una un nombre según su forma y color.

 

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Muchas veces lo hemos escuchado al prestigioso periodista-médico Nelson Castro diagnosticarle a la presidente Cristina Fernández de Kirchner el síndrome de Hubris, al que se ha caracterizado por un narcisismo extremo y por hacer que quien detenta el poder “se la crea” y que piense que la única verdad es la de ella y que los demás  que no piensen así están equivocados y son enemigos a los que hay que exterminar.
Estas actitudes, se supone, podrían llevar a quien tiene estos síntomas a tomar decisiones erróneas porque la persona perdería la perspectiva de la realidad total y solo ve lo que quiere ver.

En otras palabras, sería a algo similar que alguien, teniendo delante un mantel blanco con algunos manchones negros, solo viera los manchones negros y en base a éstos decidiera, es decir, sin ver el transfondo blanco del mantel.
El síndrome de Hubris recibe su nombre del teatro de la Grecia antigua y aludía particularmente a la gente que robaba escena. Empezó a usarse como trastorno de personalidad al observarse ciertas características en personas que tienen un cargo de poder.
El doctor Nelson ha aclarado, obviamente con cierta ironía, que el padecimiento de Cristina se curará automáticamente en el año 2015, es decir, cuando deje el poder.
Bueno, todo lo expuesto por el doctor Nelson es erróneo en el sentido de que en realidad no existe tal síndrome de Hubris, así como tampoco existen los trastornos catalogados por la Psiquiatría. Ninguno de ellos. Lo único que existe son engramas que al restimularse producen determinadas consecuencias.
El hecho de que Cristina tenga todos esos síntomas –que de verdad los tiene y que no necesariamente tienen que ver con el poder–, se debe a otros factores que la Medicina actual ignora.
Hace mucho tiempo que tratamos de enseñarle a los médicos, a los psiquiatrás, a los psicoanalistas y en general a todos los profesionales, sean de la salud o no, que el diagnóstico de un trastorno mental es superfluo, porque la causa es una sola: la mente reactiva y la dramatización de engramas.

El problema es que los psiquiatras (por extensión englobo en esta palabra a todos los profesionales de la salud), solo conocen la mente analítica o consciente, ignorando que el hombre, así como todos los seres vivos, tiene otra mente, la mencionada “mente reactiva”, que es un mecanismo de supervivencia y el origen de que el hombre esté aberrado.
En realidad, y esto es muy fácil de demostrar, no tiene sentido darle un nombre a un trastorno mental en particular cuando todos los trastornos mentales tienen el mismo origen e incluso la misma cura.
Sería algo similar a clasificar las distintas formas que la humedad produce en las paredes y denominarlas según las características que presenten –forma, color, textura, etc.– cuando la única causa de dicha humedad es un caño roto, que es el que hay que reparar.
Más allá de observar que si nos fijamos en quienes son los que tienen los síntomas atribuidos al síndrome de Hubris –en él estaríamos involucrados todos los argentinos, valga el chiste (o quizás no sea un chiste)–, lo cierto es que es muy fácil provocarlo mediante la hipnosis.

Tómese a un sujeto, hipnotíceselo, désele la orden de que al despertar tendrá, cada vez que vea el color blanco, los síntomas del síndrome de Hubris, especifíquesele cuáles son estos síntomas, provóquesele un poco de dolor para fijar más profundamente la orden y hacer que sea más compulsivo su cumplimiento, y luego despiérteselo. ¿El resultado? ¡Pues que al ver el color blanco se comportará en forma muy similar a Cristina! Digo similar porque cada ser un humano reacciona con características propias a los mismos engramas.
Mediante la hipnosis se pueden reproducir todos los trastornos catalogados por la Psiquiatría y los que catalogará en el futuro: psicosis, neurosis, esquizofrenia, parafilias, fobias, y todos los trastornos detallados en cualquier lista o que en el futuro se detallen. En este caso, ¿cuàl sería el beneficio de hablar de psicosis, neurosis, esquizofrenia, parafilias, fobias, etc., si todos estos trastornos y sus variaciones se deben a una orden hipnótica?
En la vida real, es decir, fuera de la hipnosis, sucede lo mismo, porque los engramas operan de la misma forma que las órdenes hipnóticas. Y el único origen de dichos engramas es la mente reactiva. O sea, las psicosis, las neurosis, la esquizofrenía, etc., y todos los trastornos catalogados por la Psiquiatría tienen origen en engramas alojados en la mente reactiva y la conducta aberrada es simplemente el resultado de las  dramatizaciones de esos engramas. ¿Cuál es el sentido, entonces, de hacer diferencias si el tratamiento es único: eliminación de los engramas que causan estos trastornos?

CLAUSTROFOBIA

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AEROFOBIA

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ARACNOFOBIA

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Precisando más aún el concepto, si una persona tiembla cada vez que tiene que entrar a un ascensor, no tiene un trastorno llamado claustrofobia, sino engramas que ordenan esa conducta; si una persona tiene miedo de volar en avión, no tiene un trastorno llamado aerofobia, sino engramas que ordenan esa conducta; si alguien le tiene terror a las arañas no tiene un trastorno llamado aracnofobia, sino engramas que ordenan esa conducta. Y así podríamos recorrer toda la lista de los trastornos mentales detallados por la Psiquiatría y demostrar que todos ellos son provocados por engramas en restimulación.

Desde ya que si una persona tiene temor a los espacios cerrados puede decirse que padece claustrofobia, o que si tiene temor de volar en avión sufre de aerofobia, o que si le teme a las arañas tiene aracnofobia, pero nunca estos términos pueden utilizarse para designar tipos de enfermedades, que reiteramos no existen.

En cuanto a Cristina, por supuesto, y dicho con todo respeto, fácilmente puede catalogársela de egocéntrica y narcisista, que cree tener la verdad y que todos los demás se equivocan, y que los que no piensan como ella son enemigos a los que hay que destruir, etc., pero decir que tiene “el síndrome de Hubris” como si realmente fuera una enfermedad específica, es un disparate. Pero sí, obviamente, tiene engramas que le provocan esa conducta, que es harina de otro costal.
Y también por supuesto, cada uno tiene los suyos (cientos o miles). Parafraseando a Jesús, quien crea no tenerlos que tire la primera piedra”…
Además, con este asunto de la Psiquiatría de dar nombres a los síntomas e inventar  así enfermedades (¡vaya astucia!), el otro problema que se plantea es las personas por lo general tienen muchísimos engramas de diversa índole, tanto activos como inactivos (los inactivos pueden o no restimularse en el futuro, pero potencialmente existen).
Me refiero a que a una persona puede tener infinidad de diversos engramas que provocan tanto síntomas de claustrofobia como de aerofobia, aracnofobia, hidrofobia, etc. ¿Cómo denominaría entonces la Psiquiatría a todos estos trastornos? ¿Acaso “claustroaeroaracnohidrofobia”?
Una persona puede tener fobia a los payasos, a los tranvías, a la oscuridad, al color rojo, al color negro, a los timbres, a los tachos de basura, a los choferes, a las monjas, a los políticos, a los apolíticos, a los presidentes, a los cuadrados, a los rectángulos, a las almohadas, a los hombres, a las mujeres, a los niños, a los altos, a los bajos, a los gordos, a los flacos, a los peluquines, a los botones, a los ojales, a las camisetas, a los libros, a los… ¿Acaso tendríamos que inventarles un nombre a todos estos trastornos y decir que estas personas son por ejemplo ”multifóbicas”? ¡Por favor!
Si alguien quiere realmente comprobar este disparate de darles nombres a los trastornos mentales, puede examinar esta lista de algunas fobias en este link
http://listas.20minutos.es/lista/50-fobias-291607/

Veamos lo que dice al respecto L. Ronald Hubbard en su libro “Dianética, la ciencia moderna de la salud mental”:
Una de las contribuciones más importantes de la Dianética es la resolución del problema del diagnóstico en el campo de la aberración. Hasta ahora ha habido clasificaciones casi ilimitadas; además, no ha habido un estándar óptimo. A medida que uno investiga en el campo de los textos psiquiátricos, encuentra un gran desacuerdo en la clasificación y una queja continua de que la clasificación es muy compleja y carente de utilidad. Sin una meta óptima de conducta o estado mental, y sin conocimiento de la causa de la aberración, solamente fueron posibles los catálogos de descripciones, y éstos eran tan complicados y contradictorios que resultaba casi imposible asignar con precisión a un psicópata o a un neurótico cualquier clasificación que condujera a la comprensión de su caso (*).

 

(*) El trabajo del psiquiatra se inició principalmente describiendo y clasificando síntomas. Este procedimiento ha sido fuertemente criticado por algunos estudiosos del tema porque dicen que no lleva a ninguna parte y fomenta una falsa apariencia de comprensión donde no la hay. Dar un nombre a algo no aumenta nuestra comprensión de ello.

 

La mayor incapacidad de este sistema de clasificación era que laclasificación no conducía a la curación porque no había un tratamiento estándar ni un estado óptimo que indicara cuándo estaba finalizando el tratamiento; y como no había curación para la aberración ni para las enfermedades psicosomáticas, no podía haber clasificación que indicara la dirección que habría de seguirse o lo que podría esperarse invariablemente de un caso.
Esto, por supuesto, no es una crítica de los esfuerzos pasados, sino que es una fuente de alivio saber que la clasificación de la aberración no es necesaria de la manera tan complicada en que se ha hecho, y que la catalogación de las enfermedades psicosomáticas, aunque necesaria para el médico, carece de importancia para el auditor. En la evolución de la ciencia de la Dianética hubo varias fases de clasificación hasta que finalmente se hizo patente que sólo se debe etiquetar coma condición patológica lo que el auditor tendría que vencer para lograr la curación. Este sistema –tal y como ha evolucionado con la práctica- hace posible que el auditor “diagnostique” sin mayor conocimiento que el que contiene este capítulo y su propia experiencia futura.
El número de aberraciones posibles es el número de combinaciones posibles de palabras en un idioma, según estén contenidas en los engramas. En otras palabras, si un psicópata piensa que es Dios, tiene un engrama que le dice que es Dios. Si está preocupado por tener veneno en su picadillo,tiene un engrama que le dice que en su picadillo le pueden dar veneno. Si está seguro de que puede ser despedido de su empleo en cualquier momento, aun cuando sea competente y estimado, tiene un engrama que le dice que está a punto de ser despedido. Si piensa que es feo, tiene un engrama acerca de ser feo. Si tiene miedo a las serpientes o a los gatos, tiene engramas que le ordenan temer a las serpientes y a los gatos. Si está seguro de que tiene que comprar todo lo que ve, a pesar de sus ingresos, tiene un engrama que le ordena comprar todo lo que vea. Y en vista del hecho de que cualquiera que no esté liberado o aclarado tiene más de doscientos o trescientos engramas, y que estos engramas contienen un surtido de lenguaje muy notable, y puesto que puede elegir una de las cinco maneras de manejar cualquiera de estos engramas, el problema de la aberración carece de importancia para el auditor, excepto cuando retrasa la terapia.
La mayoría de la gente aberrada habla en gran medida con el contenido de sus engramas. 
Cualquiera que sea la charla crónica del individuo, su charla de ira, su charla de apatía, su actitud general ante la vida, esta jerga está contenida en engramas, siempre que se aleje, aunque sea en grado mínimo, de la completa racionalidad. El hombre que “no puede estar seguro”, que “no sabe” y que es escéptico frente a todo, está hablando a partir de engramas. El que esté seguro de que “no puede ser cierto”, de que “no es posible”, de que “se debe avisar a la autoridad”, está hablando a partir de engramas. La mujer que está convencida de que necesita divorciarse, o de que su esposo la va a asesinar cualquier noche, está hablando a partir de los engramas de él o de los suyos. Al hombre que entra y dice que tiene un fuerte dolor de estómago, que es “como si me estuvieran atravesando con un alambre de cobre del 12″, es posible que en realidad le atravesaran con un alambre de cobre del 12 en un intento de aborto, o pudo haberse hablado de algo así mientras sufría algún dolor. El individuo que dice que eso “tiene que ser eliminado” está hablando directamente a partir de un engrama, ya sea por alguna operación que le hicieron a su madre o por un intento de aborto. El hombre que “tiene que deshacerse de eso”, posiblemente esté hablando de nuevo a partir de un engrama de intento_ de aborto. El individuo que “no puede deshacerse de eso”, puede estar hablando desde la misma fuente, pero en otra valencia. En resumen, la gente, especialmente cuando está hablando de Dianética y engramas, sale con charla engrámica en torrentes continuos. 
Normalmente, no son conscientes de que las cosas que dicen son dramatizaciones menores de sus engramas, y suponen haber llegado ellos mismos a esas conclusiones o bien que piensan esas cosas; la suposición y la explicación es tan sólo pensamiento justificado: el analizador ejecutando su deber de garantizar que el organismo tenga razón, sin importarle lo estúpidamente que esté actuando. 
Se puede asegurar al auditor, especialmente cuando esté hablando de Dianética, que va a escuchar un montón de contenido engrámico, porque la discusión de la mente reactiva generalmente tiene lugar en el lenguaje que esa mente contiene. 
Recuerda que la mente reactiva sólo puede pensar según esta ecuación: A = A = A, en la que las tres aes pueden significar un caballo, una blasfemia y el verbo escupir. Escupir es lo mismo que caballos, y es lo mismo que Dios. La mente reactiva es un Abundio entusiasta que mete las manoscuidadosamente en cada pastel. Así, cuando se le dice a un hombre que debe borrar el contenido del banco reactivo, puede decir que está seguro de que si lo hiciera perdería toda su ambición. Estate seguro -y qué fácilmente se comprueba esto en la terapia, y cómo se les ponen las orejas coloradas amuchos preclaros- de que tiene un engrama que más o menos puede ser algo así:
 
(Golpe o sacudida, prenatal) 
Padre: Maldita sea, Inés, tienes que deshacerte de ese maldito bebé. Si no lo haces nos vamos a morir de hambre. No me lo puedo permitir. 
Madre: Ay, no, no, no. No puedo deshacerme de él. ¡No puedo, no puedo, no puedo! De verdad. Yo le voy a cuidar, créeme. Voy a trabajar, a esclavizarme y a mantenerlo. Por favor, no me hagas deshacerme de él. Me moriría. ¡Perdería la cabeza! ¡Me volvería loca! No tendría ningunaesperanza. Perdería todo mi interés en la vida. Perdería mi ambición. ¡Por favor, déjame conservarlo!
 
¡Qué común es ese engrama! Y qué sincero, “racional” y serio puede ser un aberrado al apoyar la conclusión que acaba de “pensar”, la “computación” de que si “se deshace de ello”, perderá la cabeza y perderá su ambición y ¡quizá, incluso muera! 
Mientras se está escribiendo esta obra, la mayoría de los engramas que se encontrarán en adultos vienen del primer cuarto del siglo XX. Éste fue el período de: “¡Ajá, Jack Dalton1, al fin te tengo en mis manos!”. Fue el período de “Sangre y arena” y Theda Baras. Fue el período del güisqui clandestino y del voto femenino. Cubrió los días de “juventud ardiente” y de “que vienen los yanquis”, y trozos de tal ambiente exigirán acción en losbancos de engramas. Los auditores dianéticos han sacado pasajes completos de la gran obra teatral “El borracho”, de engramas prenatales, no como un divertido trozo de cursilería, sino como un sincero y apasionado esfuerzo de mamá por reformar a papá. Superdrama, melodramón. Y no soloeso, sino también tragedia. La resaca de los alegres noventa, cuando la “chica de negocios” apenas comenzaba a ser “libre” y Carrie Nation estaba salvando al mundo a expensas de los cantineros, será un menú frecuente en los engramas encontrados en los adultos de hoy. Los tópicos y absurdos de ayer se transforman trágicamente en las órdenes engrámicas de hoy. Por ejemplo, se encontró que un joven muy, muy taciturno, tenía como motivación central de su mente reactiva las históricas vacilaciones de Hamlet sobre “ser o no ser, esa es la cuestión”. Mamá (que era lo que estosauditores que gustan de hablar en jerga llaman un “lío”) lo había obtenido por contagio de un padre actor, cuyo fracaso al no ser un Barrymore8 le había llevado a la bebida y a golpear a su mujer; y nuestro joven se pasaba las horas sentado, en taciturna apatía, cavilando sobre la vida. Su psicosisse clasificaba simplemente como “joven apático”.
La mayor parte del contenido engrámico se compone meramente de tópicos y lugares comunes y crisis emocionales de mamá o papá. Pero el auditor tendrá sus buenos momentos. Y cuando de pronto conozca esos engramas, el preclaro tendrá sus risas.
En otras palabras, la aberración puede ser cualquier combinación de palabras contenidas en un engrama. Por tanto, la clasificación por aberración no sólo es del todo imposible, sino completamente innecesaria. Después de que un auditor haya recorrido un caso, estará mucho máscapacitado para apreciar esto. 
En cuanto a las enfermedades psicosomáticas, según se las clasifica en un capítulo anterior, éstas dependen también de combinaciones de palabras accidentales o intencionadas, y de toda la variedad posible de lesión, fluido y crecimiento desequilibrados. Está muy bien llamar “tendinitis” a un dolor oscuro, pero es más probable y acertado que se trate de una caída o lesión prenatal. El asma se origina casi constantemente en el nacimiento, así como la conjuntivitis y la sinusitis, pero cuando esto puede suceder en el nacimiento, generalmente existe antecedente prenatal. Por tanto, puede decirse que sea lo que sea lo que le duele a una persona, es de importancia menor para el auditor, excepto para utilizar la enfermedad crónica del paciente con el fin de localizar la cadena de engramas de compasión; todo lo que el auditor necesita saber sobre esa enfermedad es que al paciente le duele algún área del cuerpo. Para el auditor eso es suficiente para diagnóstico psicosomático. 
Volviendo a Cristina, ella, como todo el mundo, ha recibido en el transcurso de su vida engramas-órdenes hipnóticas que le hacen actuar de una determinada manera. Pero no tiene ningún trastorno en particular llamado “síndrome de Hubris”.
Y como los engramas no desaparecen mágicamente, sino mediante una tecnología especial, también se equivoca el doctor Nelson al creer que automáticamente el síndrome desaparecerá cuando deje el poder.
Lo que sí puede ocurrir es que al dejar el poder se separe de los restimuladores que crónicamente le hacen actuar así.
Algo similar ocurrió con Al Capone (alias “Scarface”, Cara cortada), el sanguinario gángster que cuando lo metieron en prisión se transformó en un pajarito mojado. Pero esto no había significado que estaba curado, ya que si hubiera sido liberado de la prisión, una vez en la calle volvería a ser el mismo a causa de regresar a los antiguos restimuladores.

Para mayor comprensión de lo expuesto, veamos cómo se producen los trastornos mentales tomando como ejemplo el quirófano, que es su mayor productor de aberraciones porque hay dos factores que implantan engramas: la inconsciencia y el dolor.
Supongamos que un paciente está dormido por la anestesia en la mesa de operaciones y los cirujanos y las enfermeras conversan a su alrededor. Todo lo que allí suceda, desde conversaciones hasta ruidos (una puerta que se cierra, la bocina de un vehículo que pasa, el chorro de un grifo abierto, la caída al suelo de un bisturí, etc.), pasando por los olores del ambiente, el color de la habitación y de los guardapolvos y demás percépticos, todo queda grabado en el archivo de la mente reactiva del paciente como engramas-órdenes hipnóticas.
Supongamos que en la conversación despreocupada de cirujanos y enfermeras se toca el tema de los miedos y se dicen frases como éstas: “yo siempre que entro en un ascensor tiemblo, pienso que se va a descomponer y quedaré encerrado”; “a mi me asustan todos los bichos especialmente las arañas”; “si hay algo que no soporto en mi casa son los animales”.

El infeliz paciente, en razón de estas conversaciones, tiene en sus células, grabadas a fuego por el dolor de la operación, todos estos engramas como poderosas órdenes hipnóticas.

 

Más tarde, por esos azares del destino, llamémosle así, este paciente contrae matrimonio con una pelirroja que tiene el cabello igual a la de la enfermera del quirófano o quizás sea parecida su voz. Su esposa, de más está decirlo, será un restimulador crónico de los engramas adquiridos en el quirófano por el esposo, y éste los dramatizará. Y así tendrá miedo de entrar en un ascensor o en cualquier espacio cerrado, le tendrá miedo a todos los bichos y especialmente a las arañas (curiosamente quizás no le tenga miedo a las serpientes porque no tiene un engrama al respecto) y cuando vea un perro o cualquier otro animal se asustará, aunque se trate de un cachorrito mimoso.
Por supuesto que no tendrá la menor idea de por qué tiene estos trastornos. Entonces irá a consultar a un psiquiatra que le dirá, muy pagado de sí mismo: ”usted padece de claustrofobia y también de aracnofobia y perrofobia (no recuerdo en este momento cómo le llama la Psiquiatría al miedo a los perros…).
Desde ya que no lo curará y solo le recetará algunos ansiolíticos. El paciente se irá contento porque ahora sabe lo que tiene porque se lo diagnosticó un psiquiatra…

Con respecto a los síntomas atribuidos erróneamente al síndrome de Hubris, puede imaginarse que la conversación en el quirófano de los cirujanos y las enfermeras rondará en expresiones tales como: “reconozco que a mi me gusta mandar y que me obedezcan”; “no puedo evitarlo, yo siento que soy mejor que todos los demás”; “el que no piensa como yo es mi enemigo y no me detengo hasta destruirlo”; “me enojo mucho cuando no me dan la razón”; y frases así por el estilo.
Éstos son meros ejemplos, porque cualquier contenido verbal de un engrama puede ser interpretado por la mente reactiva –que por definición es irracional– con los síntomas del denominado “síndrome de Hubris”.
Para concluir, no dejo de preguntarme cuáles son las razones de que yo deba explicar esto cuando este conocimiento, que data ya de más de medio siglo (el libro de Hubbard fue editado en 1950), a estas alturas debería ser patrimonio de todos, o por lo menos de los profesionales de la salud.
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