Corrupción, método infalible para extirparla de golpe

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 LA SOLUCIÓN PASA POR EL ELECTROPSICÓMETRO

por Horacio Velmont

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Así es, querido Watson, la corrupción aparece cuando hay
impunidad. Si no hay impunidad tampoco hay corrupción …

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Desde ya que lo ideal sería que se pudiera elegir a los funcionarios de un gobierno de acuerdo a su probidad, ¿pero quién pondría la mano en el fuego por alguien sobre la base de que en el futuro nunca meterá la mano «en la lata»?
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Sabemos que «la carne es débil», y hay que tener convicciones muy firmes sobre la honestidad de una determinada persona como para suponer que siempre se comportará honestamente.  

La solución, por lo tanto, no puede pasar por la confianza que tengamos en una persona cuya probidad hoy es incuestionable, pensando que cuando alcance la función pública seguirá así.

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¿Cuántas veces nos ha sucedido que hemos puesto las manos en el fuego por una persona y nos hemos quemado hasta el hueso?


Parecería, por lo expuesto, que no habría solución y que la corrupción no podrá ser exterminada y que deberemos resignarnos a convivir con ella, quizás conformándonos con el remanido: «Roban pero hacen», rogando porque hagan más de lo que roben.

Sin embargo, la solución es tan simple como la de los trucos de los ilusionistas, que aunque parezca imposible lo que hacen, en el fondo, cuando se conoce la clave, uno no puede menos que exclamar: ¿Cómo no se me ocurrió que podía ser algo tan obvio?

Y como para muestra basta un botón, digamos que la ilusión de David Copperfield cortado por una sierra involucra a otra persona, que es la que pone el torso y las piernas, y la hoja pasa por el medio de ambas sin hacerles mella. Más simple imposible.

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Y no hablemos de que cuando «vuela» lo hace colgado mediante finísimos alambres que son invisibles a los ojos de los espectadores por el color brumoso que impregna el escenario. Nunca lo podría hacer al descubierto porque el engaño quedaría a la vista.

Después de esta digresión, pasemos a la solución de la corrupción en la función pública, que también es sencilla.

El Electropsicómetro, el aparato que le falta a la Justicia Penal

Existe un aparato llamado Electropsicómetro, abreviado «E-Metro», inventado por L Ronald Hubbard para ser utilizado en Cienciología. Este aparato detecta áreas conflictivas en una persona, lo cual facilita su eliminación, pero también opera como una especie de «detector de mentiras».

El fraude de los detectores de mentiras

Si alguien me preguntara por qué utilizar este aparato cuando existen los detectores de mentiras, la respuesta sería porque los detectores de mentiras o «Polígrafos» son un total fraude porque sus resultados no difieren de la adivinación. En otras palabras, no pasan de ser un «curro» y solo funcionan bien en las películas.

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El Electropsicómetro, en cambio, es algo totalmente distinto y está basado en el descubrimiento realizado por Ron Hubbard de que los actos hostiles que una persona comete se graban en sus células como «engramas» (similares a órdenes hipnóticas de alto poder), y la carga que contienen puede ser detectada por dicho aparato.

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Voy a relatar mi experiencia con el «E-Metro» para que todo quede más claro. Cuando me encontraba prestando servicios de auditación en una organización de Cienciología, aquí, en Buenos Aires, donde resido, sorpresivamente se hizo un «Chequeo de Ética» con el aparato. En realidad, estos chequeos se hacen por rutina en todas las organizaciones de Cienciología.

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El «auditor» me invitó a tomar las latitas del E-Metro y entre algunas de las preguntas que me hizo estaba la siguiente: «¿Tienes algún material de propiedad de la organización que te hayas llevado sin permiso?».

Yo no tuve que responder nada, ni por sí ni por no, porque es el propio aparato el que brinda la respuesta a través de una aguja que se mueve en el cuadrante. 

Cuando terminó el test pregunté por el resultado, respondiéndome el auditor que ya me enteraría, algo que sucedió al día siguiente porque mi casillero estaba vacío: ¡me habían echado!

Más que sorprendido pregunté qué había sucedido, porque no recordaba haber cometido ningún hecho que mereciera tal sanción. ¿Qué creen que había pasado? ¡Pues que me llevé un libro de Hubbard para leerlo en casa tranquilo con la intención de devolverlo en unos días! Desde ya que mi intención no era robarlo, sino solo tomarlo en préstamo.

Para volver a entrar en la organización tuve que hacer lo que se denomina «Manejo de Ética», debiendo aprender que no puedo llevarme un libro para leer en casa sin pedir permiso porque es un hecho deshonesto. Precisamente, una de las definiciones que tuve que aprender fue la de la palabra «honestidad».

El vocablo Honestidad proviene del latín honestitas (honor, dignidad, consideración de que uno goza); es la virtud que caracteriza a las personas por el respeto a las buenas costumbres, a los principios morales y a los bienes ajenos. Es la acción constante de evitar apropiarse de lo que no nos pertenece.
De igual manera la honestidad es armonizar las palabras con los hechos, es tener identidad y coherencia para estar orgulloso de sí mismo. La honestidad es una forma de vivir congruente entre lo que se piensa y lo que se hace, conducta que se observa hacia los demás y se exige a cada quien lo que es debido.
La honestidad es un valor, vital y medular para poder convivir en sociedad, orienta todas las acciones y estrategias de nuestra actividad, se trata de ser honrado en las palabras, en la intención y en los actos. Ser honestos nos convierte en seres de honor; aspirar a la honestidad es buscar la grandeza.

¿Van comprendiendo cómo este aparato puede eliminar de golpe la corrupción en la función pública con el solo hecho de ponerlo en práctica?

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¿Qué creen que sucedería si a Cristina se la pone en este aparato y se le pregunta si tiene título de abogada? ¿O a Scioli si se quedó con algún vuelto? ¿O a cualquiera de los funcionarios K si han metido alguna vez la mano en la lata?

Tenemos la certeza absoluta de que con los Chequeos de Ética la corrupción en la función pública se acabaría en un instante, simplemente porque el corrupto que la buscara para enriquecerse sabría que sería descubierto en cuanto tomara las latitas, ya que de nada le serviría jurar que es inocente porque el que responde es el aparato, y éste es infalible y no puede ser burlado.

Concretamente, el funcionario público nunca se valdría de su cargo para enriquecerse porque sabría con toda certeza que sería descubierto. Sin impunidad no hay corrupción. 

Incluso hasta se podría instalar también un «Manejo de Ética» para que el funcionario deshonesto se vuelva honesto, tal como se hace en Cienciología. En las organizaciones no se echa a nadie para siempre, ya que existen procedimientos mediante los cuales una persona puede volverse ética y por lo tanto digna y confiable.

En Cienciología los cienciólogos nos tomamos con naturalidad estos chequeos porque nuestra finalidad es volvernos éticos, ya que si no lo somos la tecnología no funciona, lo que equivaldría a no mejorar y por ende a perder el tiempo. Los cienciologos estamos para volvernos honorables y ayudar a otros que también lo sean.

En cuanto a los políticos, si se impusiera este sistema, todos sabríamos que son honestos -no importa si forzados o no, digámoslo claramente- y se acabaría el injusto mote de «todos los políticos son corruptos».

COMENTARIO ADICIONAL DE HORACIO VELMONT

El E-Metro opera con el sistema de «preconciencia», significando esto que el aparato detecta el incidente antes de que uno lo perciba en su conciencia. Es por esto que no se puede burlar, simplemente porque se nos adelanta. En otra de mis experiencias con el E-Metro recuerdo que el auditor me preguntó si alguna vez me había copiado en la escuela. Mientras trataba de recordar, el auditor dijo: «¡Eso es!», que significaba que el aparato ya había detectado el hecho. A los pocos segundos, lo recordé. Y sí, el aparato no se equivocó. Tenía un examen y yo no estaba muy preparado y por eso había hecho un papelito con los datos, algo que en mi época se denominaba «machete». Y estoy hablando de una edad escolar. Todos los actos hostiles, hasta los más mínimos, se graban a nivel celular. Su acumulación a lo largo de toda la vida puede llevarnos al manicomio e inclusive a la muerte. Francamente no quisiera estar en el pellejo de ningún corrupto.

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